IA: ¿Salvadora fiscal de EE. UU.? Inversores ven ganancias de productividad

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En una propuesta audaz que está ganando terreno entre los inversores, la inteligencia artificial (IA) es vista cada vez más como una posible salvación para la economía de Estados Unidos, ofreciendo un camino para navegar su creciente deuda nacional. El núcleo de este optimismo reside en la capacidad de la IA para revolucionar la productividad, un factor crítico para el crecimiento económico sostenible y la mejora de la salud fiscal.

Los defensores argumentan que la IA, como tecnología transformadora de propósito general, es clave para desbloquear una eficiencia sin precedentes en todas las industrias. Las proyecciones sugieren que solo la IA generativa podría contribuir entre $2.6 billones y $4.4 billones anualmente en varios sectores, mejorando significativamente el ancho de banda cognitivo de las organizaciones. Además, por cada dólar invertido en soluciones y servicios de IA, se espera que se generen $4.9 adicionales en la economía global, lo que subraya su significativo efecto multiplicador. Se anticipa que este aumento de la productividad se traducirá en un mayor crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), lo que a su vez podría impulsar los ingresos fiscales y, potencialmente, llevar a tasas de interés más bajas, mejorando así la relación deuda-PIB del país. Algunos análisis indican que incluso un modesto aumento anual del 1-1.5% en la productividad impulsada por la IA podría ayudar a estabilizar o incluso reducir los niveles actuales de deuda-PIB. De manera más optimista, si la IA automatiza el 25% de todas las tareas laborales, podría aumentar la productividad laboral en un 15%, lo que potencialmente conduciría a un aumento acumulado del 0.9% en el PIB, con algunos escenarios a largo plazo que sugieren un crecimiento de hasta el 35% por encima de la línea base en varias décadas.

Más allá del sector privado, el potencial de la IA para optimizar las operaciones gubernamentales también es una parte importante de esta narrativa. Las agencias federales están explorando y adoptando activamente la IA para mejorar la eficiencia, la transparencia y la seguridad pública, pasando de programas piloto aislados a una integración más amplia. Las soluciones impulsadas por IA ya se están implementando para agilizar los flujos de trabajo administrativos, procesar papeleo rutinario, generar documentos de política y mejorar el cumplimiento normativo, automatizando tareas que tradicionalmente consumen un esfuerzo y tiempo humanos significativos. La Casa Blanca, en su “Plan de Acción de IA” de julio de 2025, ha esbozado una hoja de ruta para acelerar la adopción de la IA en todas las funciones federales, centrándose en la innovación, la infraestructura y la diplomacia internacional, al tiempo que busca eliminar las barreras regulatorias.

Sin embargo, el camino hacia la salvación fiscal impulsada por la IA está plagado de complejidades e incertidumbres. A pesar de las previsiones entusiastas, la adopción generalizada de la IA sigue en sus primeras etapas, con solo el 5.4% de las empresas estadounidenses habiendo adoptado la tecnología a principios de 2024. Persisten obstáculos significativos, incluidos los costos sustanciales asociados con la integración de la IA en los sistemas existentes, la garantía de la calidad y la preparación de los datos, y la adaptación de la fuerza laboral a las nuevas realidades. Los economistas también lidian con el desafío de medir con precisión el verdadero impacto de la IA en la productividad, particularmente en los sectores orientados a servicios.

Las preocupaciones sobre la distribución equitativa de los beneficios de la IA también son considerables. Existe el riesgo de que las ganancias de productividad favorezcan desproporcionadamente a los trabajadores más calificados y a las grandes corporaciones ricas en datos, lo que podría exacerbar la desigualdad de ingresos y la concentración del mercado existentes. Si bien se espera que la IA cree nuevos roles laborales y mejore los existentes, el período de transición podría ver un desplazamiento significativo de empleos, particularmente en sectores susceptibles a la automatización, lo que requerirá sólidas iniciativas de recapacitación y mejora de habilidades. Además, los costos ocultos de la implementación de la IA, incluido el inmenso consumo de energía requerido para entrenar modelos grandes y las complejidades del cumplimiento normativo, presentan desafíos adicionales. El rápido ritmo del desarrollo de la IA también plantea dilemas éticos relacionados con la privacidad de los datos, la ciberseguridad y las implicaciones de la toma de decisiones automatizada, lo que exige una cuidadosa supervisión política y regulatoria.

En última instancia, si bien la IA presenta una vía plausible para que Estados Unidos “crezca para salir” de su atolladero fiscal, no es una panacea milagrosa. La realización de todo su potencial económico depende de la superación de importantes barreras de adopción, la gestión de su impacto disruptivo en el mercado laboral y el establecimiento de marcos éticos y regulatorios sólidos. Exige un enfoque matizado que equilibre la innovación con la responsabilidad social, asegurando que los beneficios de esta tecnología transformadora se compartan ampliamente, en lugar de concentrarse, para realmente fortificar el futuro financiero de la nación.