CEO DeepMind: La IA es 10x más rápida que la Revolución Industrial. ¿Estamos listos?
Cuando Demis Hassabis, cofundador y CEO de Google DeepMind, ofrece una proyección sobre el futuro de la inteligencia artificial, el mundo tecnológico toma nota. Su último pronunciamiento, compartido en una entrevista con The Guardian, es particularmente impactante: Hassabis advirtió que el impacto transformador de la IA podría ser “10 veces mayor que el de la Revolución Industrial” y, lo que es más crítico, desarrollarse “10 veces más rápido”.
Esta comparación es profunda. La Revolución Industrial, un período que abarcó más de un siglo, remodeló fundamentalmente las economías globales, reconfiguró las estructuras sociales y redefinió el trabajo humano. Ahora, imagine una disrupción de esa magnitud, pero comprimida en apenas unos años. Este es el futuro acelerado que muchos líderes tecnológicos creen que se acerca rápidamente. Hassabis no es el único en articular esta urgencia. Recientemente, Mira Murati, CTO de OpenAI, observó que la humanidad está entrando en “una fase profundamente transformadora”, sugiriendo que la IA podría alterar cada faceta de la vida, desde la atención médica hasta la guerra, en una década.
Tales afirmaciones no son mera hipérbole. La IA ya está remodelando de manera demostrable el mercado laboral global. Goldman Sachs estimó recientemente que hasta 300 millones de empleos en todo el mundo podrían verse afectados a medida que la IA generativa automatiza tareas rutinarias en diversas industrias de cuello blanco.
La velocidad sin precedentes de estos avances tecnológicos, como destacó Hassabis, presenta un desafío social significativo. ¿Pueden los gobiernos, las instituciones educativas y los marcos éticos adaptarse lo suficientemente rápido a un mundo donde las máquinas pueden superar rápidamente las capacidades humanas en áreas como la codificación, la escritura, el diagnóstico e incluso la resolución de problemas complejos? Históricamente, la sociedad tuvo décadas para integrar cambios fundamentales como la electricidad o las máquinas de vapor. Con la IA, el plazo de adaptación parece reducirse a cuestión de meses.
Reconociendo este cuello de botella crítico, Hassabis ha subrayado el imperativo de la cooperación global y el establecimiento de salvaguardias robustas. DeepMind se está involucrando activamente con los organismos reguladores del Reino Unido, EE. UU. y la UE, abogando por un desarrollo responsable de la IA.
A pesar de estas preocupaciones apremiantes, Hassabis mantiene un optimismo cauteloso sobre el potencial de la IA. Él concibe la IA como una herramienta que podría acelerar la cura de enfermedades, desvelar los misterios del universo e incluso contribuir a resolver el cambio climático. Aunque tales aspiraciones puedan sonar a ciencia ficción, DeepMind ya ha logrado éxitos significativos en el mundo real, notablemente utilizando la IA para predecir la estructura de casi todas las proteínas conocidas, un avance que ha revolucionado la biología molecular. Además, DeepMind no opera de forma aislada; en Estados Unidos, OpenAI, respaldada por Microsoft, estaría probando internamente GPT-5, con capacidades que se rumorea superan con creces cualquier modelo disponible públicamente.
Sin embargo, esta rápida aceleración no es recibida con aclamación universal. Críticos, incluidos investigadores del MIT y Stanford, han advertido que la sociedad sigue lamentablemente poco preparada para las amplias consecuencias sociales de la automatización masiva, la proliferación de campañas de desinformación y la manipulación generada por la IA. Un debate ético y legal en curso también rodea los datos utilizados para entrenar muchos modelos de IA. Si bien algunos modelos ahora dependen de datos obtenidos éticamente o sintéticos, un gran número todavía dependen de contenido web extraído, lo que lleva a una oleada de demandas de organizaciones de noticias y artistas, lo que subraya los límites legales y morales aún indefinidos de esta nueva frontera tecnológica.
Esta era es, en muchos aspectos, un territorio inexplorado. El llamado de Hassabis a la urgencia, la cooperación y la cautela está bien fundado. Las empresas a la vanguardia de la innovación en IA están impulsadas por una intensa competencia, las demandas de los inversores y, a menudo, un deseo genuino de mejorar el mundo. Sin embargo, su ritmo rápido a menudo supera la capacidad de los formuladores de políticas para promulgar regulaciones oportunas. Sin el establecimiento inmediato de estructuras éticas y de gobernanza sólidas, la sociedad corre el riesgo de crear inadvertidamente un futuro que no eligió conscientemente. Esto, quizás, representa el desafío humano más profundo de la era de la IA.