Centros de Datos de IA: ¿Quién Paga el Costo de la Energía?

Techrepublic

El avance implacable de la inteligencia artificial, anunciado por potentes modelos generativos como Google Gemini y Microsoft Copilot, está creando un aumento sin precedentes en la demanda de electricidad, lo que genera preocupación por la tensión en las redes eléctricas y el aumento de los costos de los servicios públicos para los consumidores. Lo que antes era una preocupación de nicho para los operadores de centros de datos se ha convertido en un problema público apremiante, amenazando con encender “luchas locales por la energía” a medida que las comunidades lidian con la infraestructura necesaria para impulsar la revolución de la IA.

La magnitud del apetito energético de la IA es asombrosa. El consumo global de electricidad de los centros de datos, estimado en 415 teravatios-hora (TWh) en 2024, se proyecta a más del doble, llegando a aproximadamente 945 TWh para 2030, lo que representa casi el 3% del consumo total de electricidad global. Esta tasa de crecimiento, del 15% anual, es cuatro veces más rápida que la de todos los demás sectores combinados. En los Estados Unidos, se pronostica que el consumo de energía de los centros de datos aumentará un 130% para 2030 en comparación con los niveles de 2024, consumiendo potencialmente entre el 6.7% y el 12% de la electricidad total del país para 2028.

En el centro de esta creciente demanda se encuentra la intensidad computacional de la IA generativa. Entrenar grandes modelos de lenguaje, los algoritmos sofisticados detrás de servicios como ChatGPT, requiere inmensos recursos computacionales, devorando electricidad y exigiendo grandes cantidades de agua para la refrigeración. Una sola consulta a ChatGPT, por ejemplo, consume diez veces más energía que una búsqueda estándar en Google. Este hambre de energía ya está impactando la huella ambiental de los gigantes tecnológicos; las emisiones de gases de efecto invernadero de Google aumentaron un 48% debido al consumo de energía de los centros de datos, lo que desafía su ambicioso objetivo de cero emisiones netas, mientras que las emisiones de Microsoft han aumentado un 30% desde 2020.

La carga financiera de este aumento de energía se está trasladando cada vez más a los consumidores. Históricamente, las estructuras de tarifas de servicios públicos han “socializado” los costos de infraestructura, lo que significa que todos los usuarios, incluidos los hogares y las pequeñas empresas, subsidian efectivamente las enormes demandas de energía de grandes consumidores industriales como los centros de datos. Este modelo tradicional se está resquebrajando bajo la presión del crecimiento exponencial de la IA. Los informes indican que el aumento del consumo de los centros de datos contribuyó a un aumento promedio del 6.5% en los precios de la energía en EE. UU. entre mayo de 2024 y mayo de 2025, con algunos estados experimentando aumentos mucho más pronunciados: Connecticut vio un salto del 18.4% y Maine un asombroso 36.3%. Los hogares de Ohio, por ejemplo, han visto aumentar las facturas mensuales de electricidad en al menos $15 desde junio debido a las demandas de los centros de datos, y los residentes de Virginia podrían enfrentar un costo adicional de $276 anualmente para 2030. Un análisis de la Universidad Carnegie Mellon proyecta además un aumento promedio del 8% en las facturas de electricidad de EE. UU. para 2030, atribuible al crecimiento de los centros de datos. Esta situación ha provocado el resentimiento público, ya que muchos residentes afectados cuestionan por qué deberían pagar más para alimentar las operaciones de algunas de las empresas tecnológicas más prósperas del mundo.

La tensión en la red eléctrica es palpable. Los centros de datos, a menudo concentrados en regiones específicas, crean picos de demanda masivos y repentinos que desafían la infraestructura envejecida y pueden conducir a una “menor estabilidad del sistema” y problemas de calidad de energía para los hogares cercanos. Reconociendo esta crisis creciente, los reguladores en varios estados están comenzando a contraatacar. Ohio, por ejemplo, ha surgido como un precedente potencial, con su Comisión de Servicios Públicos fallando a favor de American Electric Power (AEP) en julio de 2025. El fallo requiere que los nuevos clientes de centros de datos paguen tarifas fijas por al menos el 85% de su asignación de energía por hasta 12 años, asegurando que contribuyan de manera más justa a las importantes mejoras de la red necesarias para respaldar sus operaciones. Goldman Sachs estima que se necesitarán aproximadamente $720 mil millones para mejoras de la red hasta 2030 para satisfacer esta demanda.

En respuesta, las empresas tecnológicas están explorando un enfoque múltiple para mitigar su huella energética. Más allá de construir centros de datos nuevos y más eficientes e incluso invertir en su propia generación de energía, se están centrando en innovaciones tecnológicas. Esto incluye la implementación de “limitación de energía” para restringir la energía consumida por los procesadores, la adopción de hardware más eficiente energéticamente y la optimización del entrenamiento de modelos de IA para reducir la intensidad computacional. También hay un impulso creciente hacia la alimentación de centros de datos con fuentes de energía renovables, la ubicación estratégica de instalaciones en regiones con abundante energía eólica o solar, y la exploración de soluciones de próxima generación como la energía nuclear y geotérmica.

El futuro de la IA está innegablemente entrelazado con el futuro de la energía. A medida que la IA continúa su crecimiento exponencial, el desafío crítico sigue siendo cómo equilibrar su potencial transformador con el imperativo del consumo de energía sostenible y la distribución equitativa de los costos. Las “luchas locales por la energía” que se están desarrollando sirven como un crudo recordatorio de que la revolución digital tiene consecuencias físicas muy tangibles, y cada vez más costosas, para todos nosotros.