Margaret Boden, pionera de la IA y filósofa de la creatividad, muere a los 88

Nytimes

Margaret Boden, una pionera filósofa británica y científica cognitiva que aprovechó el marco conceptual de la computación para diseccionar la esencia misma del pensamiento y la creatividad, falleció el 18 de julio en Brighton, Inglaterra, a la edad de 88 años. Su muerte fue anunciada por la Universidad de Sussex, donde, a principios de la década de 1970, fue fundamental en el establecimiento de lo que ahora se reconoce como el Centro de Ciencias Cognitivas. Esta iniciativa innovadora reunió a un grupo diverso de psicólogos, lingüistas, neurocientíficos y filósofos, fomentando un entorno colaborativo dedicado a desentrañar las complejidades de la mente humana.

Figura polímata y erudita, la profesora Boden fue una pionera en un campo predominantemente moldeado por hombres. Su extensa obra, particularmente a través de libros seminales como “La mente creativa: Mitos y mecanismos” (1990) y “La mente como máquina: Una historia de la ciencia cognitiva” (2006), influyó profundamente en el discurso filosófico que rodea tanto a la inteligencia humana como a la artificial durante décadas. Sus ideas fueron notablemente premonitorias, anticipando tanto el vasto potencial como las limitaciones inherentes de la IA mucho antes de que se convirtiera en un tema principal.

Blay Whitby, filósofo y eticista, subrayó su contribución única durante una aparición en la radio BBC en 2014, comentando: “Lo que es único de Maggie es que es una filósofa que ha informado, inspirado y moldeado la ciencia”. Destacó la importancia de esta distinción, señalando que, si bien muchos científicos contemporáneos a menudo desestiman las contribuciones filosóficas, la vida y obra de la profesora Boden sirvieron como un poderoso contraargumento, demostrando el profundo valor práctico de la investigación filosófica profunda.

Irónicamente, a pesar de su profunda implicación teórica con los conceptos computacionales, la propia profesora Boden admitió una clara falta de competencia práctica con las computadoras. “No puedo con esas malditas cosas”, confesó una vez. “Tengo un Mac en mi escritorio, y si algo sale mal, es una pesadilla absoluta”. Sin embargo, esta lucha personal con el hardware no disminuyó su convicción de que la computación ofrecía una lente invaluable a través de la cual explicar los intrincados mecanismos del pensamiento humano.

Para la profesora Boden, la creatividad no era una chispa mística y divina o el resultado de un destello de genio repentino, tipo “eureka”. En cambio, la postuló como un proceso, una compleja interacción de funciones cognitivas que, en principio, podrían ser modeladas e incluso simuladas por computadoras. Esta perspectiva marcó una desviación significativa de las visiones tradicionales, a menudo romantizadas, de la inspiración creativa, anclándola firmemente dentro del ámbito de la investigación científica y la comprensión computacional. Su trabajo, por lo tanto, desmitificó la creatividad, convirtiéndola en un tema accesible para un análisis riguroso y abriendo nuevas vías para comprender cómo los sistemas inteligentes, tanto biológicos como artificiales, podrían generar ideas novedosas. Su legado perdura en el diálogo interdisciplinario continuo entre la filosofía, la ciencia cognitiva y la inteligencia artificial, un testimonio de su influencia duradera en nuestra comprensión de la mente como una máquina y de una máquina como una mente.