La IA revolucionará el mando militar: fin de la era napoleónica
Durante dos siglos, la estructura fundamental del mando militar ha permanecido notablemente consistente, un legado que se remonta a la era napoleónica. Sin embargo, a medida que la guerra se ha expandido a nuevos dominios –aire, espacio e información–, estas arquitecturas de la era industrial, diseñadas para ejércitos masivos, han luchado por adaptarse. Los cuarteles generales militares modernos han aumentado de tamaño para gestionar la explosión de información y puntos de decisión, lo que a menudo resulta en rendimientos decrecientes, una pesadilla de coordinación y un riesgo para la agilidad esencial del mando de misión.
Esta creciente ineficiencia no es simplemente un problema de gestión interna; presenta una vulnerabilidad crítica. Como observa Benjamin Jensen, estudioso de estrategia militar y oficial de la Reserva del Ejército de EE. UU., los puestos de mando actuales, extensos, son objetivos principales para la artillería de precisión, misiles y drones, y son fácilmente interrumpidos por la guerra electrónica. La sombría realidad del “Cementerio de Puestos de Mando” de Rusia en Ucrania ilustra crudamente cómo los cuarteles generales estáticos se convierten en pasivos en un campo de batalla moderno.
En este contexto, los planificadores militares están recurriendo cada vez más a los agentes de IA –software autónomo, orientado a objetivos y potenciado por grandes modelos de lenguaje– como una solución transformadora. Estos agentes prometen automatizar tareas rutinarias del personal, comprimir los plazos de decisión y facilitar puestos de mando más pequeños y resilientes. Pueden fusionar múltiples fuentes de inteligencia, modelar amenazas e incluso gestionar ciclos de decisión limitados en apoyo de los objetivos de un comandante. Si bien un humano permanece en el circuito, estas capacidades permiten a los comandantes emitir órdenes más rápidamente y recibir actualizaciones contextuales más oportunas desde el campo de batalla.
Experimentos, incluidos los realizados en la Marine Corps University, han demostrado cómo incluso los modelos de lenguaje grandes básicos pueden acelerar las estimaciones del personal, analizar manuales doctrinales, redactar planes operativos e inyectar opciones creativas y basadas en datos en el proceso de planificación. Esto apunta a una redefinición radical de los roles tradicionales del personal. Aunque la guerra sigue siendo un esfuerzo fundamentalmente humano y las consideraciones éticas siempre guiarán las decisiones algorítmicas, el personal obtendrá la capacidad de navegar grandes volúmenes de información con una velocidad y una perspicacia sin precedentes. Es probable que los equipos futuros sean significativamente más pequeños, con agentes de IA que les permitan gestionar múltiples grupos de planificación simultáneamente. Este cambio podría liberar tiempo valioso, redirigiendo recursos de tareas mundanas como la preparación de presentaciones a análisis de contingencia cruciales –explorando escenarios de “qué pasaría si”– y construyendo marcos sólidos de evaluación operativa que ofrezcan a los comandantes mayor flexibilidad.
Para explorar el diseño óptimo para un personal aumentado con IA, un equipo de investigación dirigido por Jensen en el Futures Lab del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales examinó tres problemas operativos críticos en la competencia de grandes potencias modernas: bloqueos conjuntos, ataques de potencia de fuego y campañas insulares conjuntas. Estos escenarios, ejemplificados por posibles conflictos entre China y Taiwán, describen cómo una nación podría aislar una isla, lanzar salvas de misiles contra infraestructuras clave o ejecutar una invasión transestatal. La investigación concluyó que cualquier personal aumentado con IA eficaz debe ser capaz de gestionar funciones de combate en estos diversos escenarios.
El modelo más efectivo identificado, denominado Modelo de Personal Adaptativo, integra agentes de IA dentro de bucles continuos de retroalimentación humano-máquina. Basándose en la doctrina, los datos históricos y la inteligencia en tiempo real, este enfoque garantiza que la planificación militar sea dinámica y nunca esté verdaderamente “completa”, generando constantemente un menú de opciones en evolución para que los comandantes las consideren y refinen. Probado con múltiples modelos de IA, este enfoque adaptativo superó consistentemente a las alternativas.
Sin embargo, la integración de agentes de IA no está exenta de riesgos. Primero, los modelos fundacionales, entrenados en vastos conjuntos de datos, pueden estar excesivamente generalizados o incluso sesgados, a menudo poseyendo más conocimiento de la cultura pop que de la estrategia militar. Esto requiere una evaluación comparativa rigurosa para comprender sus fortalezas y limitaciones. Segundo, existe un riesgo significativo de que los usuarios, al carecer de capacitación en los fundamentos de la IA y el razonamiento analítico avanzado, puedan usar estos modelos como un sustituto del pensamiento crítico, socavando la misma inteligencia que se supone que deben aumentar. Ningún modelo sofisticado puede compensar a un usuario perezoso o acrítico.
Para aprovechar plenamente este momento “agéntico”, el ejército de EE. UU. debe promulgar reformas significativas. Esto incluye institucionalizar el desarrollo y la adaptación de agentes de IA, integrarlos en los juegos de guerra y revisar fundamentalmente la doctrina y el entrenamiento para acomodar a los equipos humano-máquina. En la práctica, esto exige una inversión sustancial en infraestructura computacional y medidas sólidas de ciberseguridad para proteger al personal aumentado con agentes de ataques multidominio. Lo más crítico es que la educación de los oficiales militares debe experimentar una transformación dramática. Los futuros oficiales deberán comprender cómo funcionan los agentes de IA, cómo construirlos y cómo usar el aula como un laboratorio para desarrollar nuevos enfoques de mando y toma de decisiones, un concepto que se hace eco en el reciente Plan de Acción de IA de la Casa Blanca. Sin estos cambios profundos, el ejército corre el riesgo de permanecer atrapado en su pasado napoleónico, intentando resolver problemas cada vez más complejos simplemente añadiendo más personas.