La guerra de drones de Rusia: Nueva tecnología no tripulada a prueba en Ucrania

Businessinsider

Los campos de batalla de Ucrania se han convertido en un campo de pruebas sin precedentes para la próxima generación de guerra, ya que tanto las fuerzas rusas como las ucranianas innovan y despliegan rápidamente una variedad de vehículos terrestres no tripulados (UGV). Si bien Ucrania ha captado la atención por su ambicioso impulso para desplegar miles de “soldados de hierro”, Rusia también participa activamente en sus propias campañas robóticas experimentales, desplegando sistemas no convencionales e improvisados que van desde hoverboards armados hasta lanzacohetes automatizados.

Entre los experimentos de campo de batalla más inusuales de Rusia se encuentran los hoverboards de consumo reutilizados como drones explosivos letales de un solo uso. Los informes indican que estos dispositivos de dos ruedas disponibles comercialmente están siendo equipados con minas antitanque y desplegados como robots kamikaze para atacar fortificaciones ucranianas. Esta improvisación de bajo costo y alto impacto, según se informa, comenzó en 2024, con organizaciones de voluntarios suministrando estos hoverboards convertidos a unidades rusas para su uso a lo largo de las extensas líneas del frente. La simplicidad y asequibilidad de estos dispositivos resaltan una tendencia hacia sistemas no tripulados accesibles y de rápido despliegue en el conflicto.

Demostrando aún más la evolución de la estrategia UGV de Rusia, está el desarrollo de un lanzacohetes no tripulado, coloquialmente descrito como una “caja con ruedas”. Este sistema, una versión miniaturizada del lanzacohetes termobárico TOS-1A Solntsepyok, está montado en un vehículo terrestre no tripulado y diseñado para disparar sistemas de cohetes desechables similares al lanzagranadas Shmel. Desarrollado por Robototechnichesky Inzhiniring, con sede en Moscú, este “mini-Robo-TOS” prioriza la facilidad de recarga y el uso de armas de infantería estándar para agilizar la logística. También cuenta con un modo de operación autónomo, ofreciendo resistencia contra la interferencia de guerra electrónica al completar misiones de forma independiente si se pierde la comunicación. Más allá de estas aplicaciones más novedosas, el 83.º Batallón Separado de Reparación y Restauración de Rusia ha adaptado el UGV “Termit” para la logística de primera línea, capaz de transportar a un solo militar y suministros, con potencial para configuraciones de combate o de transporte de morteros. Mirando hacia el futuro, Rusia está, según se informa, lista para la producción en serie del complejo robótico “Marker” en 2025, un UGV más sofisticado diseñado para transportar misiles guiados antitanque Kornet y potencialmente desplegar enjambres de drones, lo que señala un movimiento hacia multiplicadores de fuerza robóticos más avanzados.

Por el lado ucraniano, el impulso por la integración robótica es igualmente intenso, impulsado por una necesidad apremiante de mitigar la escasez de personal. Kiev ha anunciado ambiciosos planes para desplegar 15.000 robots terrestres en 2025, con un aumento drástico de los contratos de UGV a principios de 2025. Estos “soldados de hierro” ucranianos se están desarrollando para una amplia gama de misiones, incluyendo roles de combate con cargas explosivas o ametralladoras, colocación y limpieza de minas, apoyo logístico y evacuación crítica de bajas. Las fuerzas ucranianas han demostrado una ingeniosidad notable, habiendo realizado, según se informa, su primer asalto totalmente robótico documentado en diciembre de 2024 y logrando el éxito en julio de 2025 con una operación que se basó únicamente en drones y robots terrestres, lo que llevó a rendiciones rusas sin bajas ucranianas. Empresas como Milrem Robotics han notado la “admirable creatividad” de las tropas ucranianas al adaptar y aumentar sus robots terrestres para usos inesperados.

Esta escalada de la carrera armamentista robótica subraya un cambio fundamental en el combate moderno. El conflicto de Ucrania se ha convertido en un crisol para el rápido desarrollo tecnológico, donde ambas partes prueban, adaptan y despliegan continuamente sistemas no tripulados para reducir el riesgo humano y obtener ventajas tácticas. La amenaza omnipresente de la guerra electrónica obliga a la innovación continua en la comunicación y las capacidades autónomas, dando forma a un campo de batalla cada vez más digital y automatizado donde las máquinas ya no son solo elementos de apoyo, sino participantes activos en la lucha.