El Dilema Energético de la IA de Microsoft: ¿Metas Climáticas sin "Greenwashing"?

Computerworld

La expansión implacable de la inteligencia artificial está creando una demanda sin precedentes de poder computacional, un aumento que se traduce directamente en un consumo masivo de electricidad. Esta sed de energía está impulsando la construcción de nuevos y colosales centros de datos enfocados en la IA en todo Estados Unidos, a menudo alimentados por fuentes de energía intensivas en carbono. Un análisis de MIT Technology Review reveló una cruda realidad: la intensidad de carbono de la electricidad consumida por los centros de datos dedicados a la IA es un asombroso 48% más alta que el promedio de EE. UU. De hecho, para 2026, se proyecta que los centros de datos de EE. UU. se conviertan en los quintos mayores consumidores de electricidad del mundo, superando a naciones enteras como Rusia y quedando justo detrás de Japón.

En el epicentro de este dilema energético se encuentra Microsoft, ampliamente reconocida como la compañía de IA más grande del mundo. El gigante tecnológico está invirtiendo una cifra sin precedentes de 80 mil millones de dólares en los próximos tres años para asegurar suficiente energía para sus ambiciosas iniciativas de IA, la mayor inversión en infraestructura en su historia. Sin embargo, esta expansión agresiva viene acompañada de un compromiso ambiental igualmente audaz: Microsoft ha prometido volverse carbono negativo para 2030, lo que significa que su objetivo es eliminar más carbono de la atmósfera del que emite. El aparente conflicto entre estos dos objetivos plantea una pregunta crítica: ¿Puede Microsoft realmente conciliar sus masivas necesidades energéticas con su promesa de carbono negativo en cinco años sin recurrir a tácticas de “greenwashing”?

Para lograr su objetivo de carbono negativo en medio del creciente consumo de electricidad, Microsoft está invirtiendo fuertemente en créditos de eliminación de carbono, una estrategia también adoptada por otros gigantes tecnológicos como Apple. Una de sus inversiones más recientes y poco convencionales involucra a Vaulted Deep, una empresa que propone enterrar 4.9 millones de toneladas de lodos de biorresiduos —una mezcla de aguas residuales humanas, estiércol de granja y lodos de molinos de papel— a 5,000 pies bajo tierra. Esta inyección profunda evita la descomposición de los residuos, deteniendo así la liberación de gases de efecto invernadero como el CO2 y el metano a la atmósfera. Vaulted Deep luego vende créditos de carbono derivados de este proceso. Los informes sugieren que Microsoft ha acordado comprar estos créditos durante 12 años a un costo estimado de 350 dólares por tonelada métrica, lo que podría sumar alrededor de 1.75 mil millones de dólares.

Esta iniciativa de biorresiduos es parte de una cartera más amplia de eliminación de carbono para Microsoft, que incluye diversas tecnologías como la captura directa de aire y varios proyectos de secuestro de dióxido de carbono. La compañía declara explícitamente que evitará las trampas del “greenwashing” asociadas con esquemas de compensación menos escrupulosos, particularmente aquellos en la preservación de la selva tropical que han sido expuestos como en gran medida ineficaces, con una investigación de The Guardian que encontró que más del 90% de los créditos del mayor certificador eran inútiles.

Sin embargo, la tecnología de inyección en pozos profundos de Vaulted Deep no está exenta de críticas. El grupo consultor Sustainability Directory ha advertido sobre posibles riesgos que incluyen la contaminación del agua subterránea, fugas en la superficie, reacciones geoquímicas problemáticas e incluso un aumento de la actividad sísmica. Si bien no todos los expertos están de acuerdo con estos peligros específicos, un debate más fundamental rodea el concepto mismo de compensaciones de carbono. David Keith, jefe de la iniciativa de Ingeniería de Sistemas Climáticos de la Universidad de Chicago y autor principal del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, descarta las promesas climáticas corporativas voluntarias como “basura de greenwashing”, argumentando que las leyes federales estrictas son el único camino confiable para restringir las emisiones de carbono.

Este sentimiento cobra particular resonancia dentro del panorama político actual. La Agencia de Protección Ambiental de la administración Trump, según se informa, está desmantelando las regulaciones sobre el cambio climático y desarrollando planes para flexibilizar la supervisión ambiental y acelerar los permisos para la construcción de nuevos centros de datos. En este entorno, donde el gobierno federal parece priorizar el desarrollo rápido sobre la protección ambiental, las acciones voluntarias de empresas como Microsoft, por ambiciosas que sean, pueden ser las medidas más proactivas que podemos esperar actualmente.

El compromiso de Microsoft para combatir el cambio climático es ciertamente bienvenido. Sin embargo, la eficacia y la integridad ambiental a largo plazo de las tecnologías de eliminación de carbono que emplea para compensar su masivo consumo de electricidad siguen sujetas a escrutinio. Por ahora, el público y los organismos de control ambiental deben monitorear de cerca las acciones de la compañía, examinar las tecnologías que financia y exigirle que rinda cuentas por sus ambiciosas promesas.