La IA Socava la Lectura: Amenaza a la Alfabetización y el Pensamiento Crítico

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Un profundo cambio en los hábitos de lectura, ya en marcha, está siendo drásticamente acelerado por la llegada de la inteligencia artificial. Como lingüista que estudia las intrincadas formas en que la tecnología moldea cómo leemos, escribimos y pensamos, me preocupa cada vez más que la IA esté socavando el valor fundamental que damos a la lectura como un esfuerzo profundamente humano.

Aunque gran parte de la atención se ha centrado en las impresionantes capacidades de escritura de la IA, investigadores y educadores ahora se enfrentan a su igualmente potente capacidad para “leer” vastos conjuntos de datos y luego destilarlos en resúmenes, análisis o comparaciones. Esto significa que un estudiante que necesita interactuar con una novela para clase ahora podría simplemente hojear un resumen de la trama o un análisis temático generado por IA. Tal posibilidad, aunque aparentemente conveniente, erosiona fundamentalmente la motivación para leer de forma independiente.

El concepto de ayudas para resumir textos no es nuevo. CliffsNotes, por ejemplo, data de finales de la década de 1950, y hace siglos, organismos científicos como la Royal Society de Londres producían resúmenes de sus voluminosos trabajos. La era digital expandió aún más estos atajos, con servicios como Blinkist que condensan libros de no ficción en “Blinks” de audio o texto de 15 minutos. Sin embargo, la IA generativa eleva estas soluciones alternativas a un nivel completamente nuevo. Aplicaciones impulsadas por IA como BooksAI ofrecen resúmenes y análisis completos creados previamente por humanos, mientras que BookAI.chat incluso permite a los usuarios “chatear” con un libro sin tener que leerlo ellos mismos.

Considere un estudiante con la tarea de comparar Las aventuras de Huckleberry Finn de Mark Twain con El guardián entre el centeno de J. D. Salinger. Herramientas tradicionales como CliffsNotes proporcionan resúmenes, pero el análisis comparativo crucial aún recae en el estudiante. Con modelos de lenguaje grandes avanzados o herramientas especializadas como Google NotebookLM, la IA ahora puede manejar tanto la “lectura” como la comparación, incluso generando preguntas perspicaces para la discusión en el aula. El inconveniente significativo, sin embargo, es la pérdida del crecimiento personal que proviene de experimentar vicariamente las luchas de un protagonista, un beneficio central de interactuar con una novela de iniciación. De manera similar, en la investigación académica, las ofertas de IA como SciSpace, Elicit y Consensus combinan el poder de los motores de búsqueda con grandes modelos de lenguaje para localizar, resumir y sintetizar artículos, reduciendo drásticamente el tiempo necesario para las revisiones de literatura. Aunque tentadora, esta eficiencia elude el proceso crítico de juicio personal, discernir la relevancia y forjar las propias conexiones intelectuales entre ideas.

Incluso antes de que la IA generativa se generalizara, los hábitos de lectura estaban en declive en varias demografías. En EE. UU., la Evaluación Nacional del Progreso Educativo informó una drástica caída en el porcentaje de estudiantes de cuarto grado que leían por diversión casi a diario, del 53% en 1984 al 39% en 2022. Para los estudiantes de octavo grado, el declive fue aún más pronunciado, cayendo del 35% en 1984 a un mero 14% en 2023. Una encuesta de 2024 realizada por el National Literacy Trust del Reino Unido reveló que solo uno de cada tres jóvenes de 8 a 18 años disfrutaba leyendo en su tiempo libre, una caída de casi 9 puntos porcentuales respecto al año anterior. Entre los estudiantes mayores, una encuesta de 2018 a 600.000 jóvenes de 15 años en 79 países encontró que el 49% informó leer solo cuando se les obligaba, un aumento del 36% una década antes.

La tendencia continúa en la educación superior, donde los profesores están reduciendo cada vez más las lecturas asignadas debido a la reticencia de los estudiantes. El comentarista cultural David Brooks relató una anécdota preocupante: un grupo de estudiantes graduados de una prestigiosa universidad, al preguntarles qué libro había cambiado sus vidas, respondieron con un silencio incómodo antes de admitir que “solo leían lo suficiente de cada libro para pasar la clase”. Para los adultos, YouGov informó que solo el 54% de los estadounidenses leyeron al menos un libro en 2023. La situación en Corea del Sur es aún más sombría, con solo el 43% de los adultos leyendo al menos un libro en 2023, una caída significativa de casi el 87% en 1994. En el Reino Unido, el 35% de los adultos se identificaron como “lectores inactivos” en 2024, y el 26% atribuyó el cese de la lectura al tiempo dedicado a las redes sociales. El término “lector inactivo” ahora abarca a cualquiera que despriorice la lectura, ya sea por desinterés, consumo de redes sociales o la creciente tentación de dejar que la IA haga el trabajo.

Las justificaciones para leer son innumerables: placer, reducción del estrés, aprendizaje y desarrollo personal. Los estudios correlacionan la lectura con el crecimiento cerebral en niños, el aumento de la felicidad, la longevidad e incluso la desaceleración del declive cognitivo. Este último punto es particularmente relevante ya que los individuos delegan cada vez más tareas cognitivas a la IA, un proceso conocido como “descarga cognitiva”. Investigaciones emergentes indican que cuanto más confían los usuarios en la IA para realizar el trabajo, menos se perciben a sí mismos utilizando sus propias capacidades de pensamiento. Un estudio de EEG incluso reveló diferentes patrones de conectividad cerebral cuando los participantes usaban IA para ayudar con la redacción de ensayos en comparación con la escritura por sí mismos.

Si bien es demasiado pronto para comprender completamente los efectos a largo plazo de la IA en nuestra capacidad de pensamiento independiente, el riesgo es claro. Si perdemos la práctica constante de leer, analizar y formular nuestras propias interpretaciones, estas habilidades cognitivas vitales probablemente se debilitarán. Más allá de lo intelectual, también existe la profunda pérdida de lo que hace que la lectura sea tan placentera: la resonancia emocional de un diálogo conmovedor, el deleite en una frase perfectamente elaborada, la profunda conexión con un personaje. El atractivo de la eficiencia de la IA es innegablemente tentador, sin embargo, corre el riesgo de socavar los mismos beneficios que la alfabetización nos otorga.