La IA según los jóvenes: estudio, amistad y miedos a los deepfakes

Wired

Cuando los adultos discuten sobre los niños y la inteligencia artificial, rápidamente surgen opiniones firmes. Padres, legisladores y expertos debaten con frecuencia cómo los jóvenes deberían interactuar con la IA, cómo debería gestionarse su exposición y su potencial influencia en sus procesos cognitivos y comunicación. Gran parte de este discurso se centra en la educación, impulsado por la preocupación de que los estudiantes puedan usar indebidamente herramientas como ChatGPT para investigar, escribir ensayos o resolver problemas matemáticos complejos. Los educadores, en particular, luchan por equilibrar la supervisión del uso de la IA con su integración en sus métodos de enseñanza. Una encuesta de Pew de 2024 destacó esta tensión, revelando que una cuarta parte de los maestros de escuelas públicas creen que la IA hace más daño que bien, y muchos más están indecisos. Investigaciones posteriores indicaron un aumento significativo en la adopción de la IA, con un 26 por ciento de los adolescentes estadounidenses informando el uso de ChatGPT para trabajos escolares, el doble de la cifra del año anterior. Sin embargo, la interacción de los jóvenes con la IA se extiende mucho más allá del aula, abarcando desde la búsqueda de compañía hasta la solicitud de consejos. Para comprender esta relación en evolución desde su perspectiva, WIRED recientemente se reunió con seis jóvenes en todo Estados Unidos, descubriendo sus pensamientos sinceros sobre la IA y su impacto transformador en sus vidas.

Para muchos estudiantes, la IA sirve como una poderosa ayuda académica, aunque requiere una navegación cuidadosa. Leo Schodorf, de quince años y de Los Ángeles, evita las respuestas directas de la IA para evitar hacer trampa, prefiriendo usarla para identificar fuentes o generar preguntas de estudio a partir de su guía de biología. De manera similar, Siddhi Singh, de 17 años y de Colorado, encuentra la IA invaluable para agilizar tareas como crear listas de tareas pendientes o condensar materiales de estudio. Sin embargo, reconoce que la IA es “terrible para escribir ensayos” debido a su producción conspicuamente artificial. Tanto Leo como Siddhi enfatizan la responsabilidad personal: si bien la IA puede mejorar la eficiencia, depender de ella para completar todo el trabajo puede erosionar las habilidades fundamentales y fomentar la pereza.

Más allá de la asistencia académica, la IA despierta una serie de reacciones, desde una profunda utilidad hasta una aprensión arraigada. Siddhi, por ejemplo, aprovechó el poder de la IA en una aplicación práctica, desarrollando un dispositivo montado en el automóvil que utiliza visión por computadora para detectar ciervos, entrenándolo con cientos de fotogramas de video térmico para prevenir colisiones. Esto demuestra el potencial de la IA para la resolución de problemas en el mundo real. En contraste, Mahawa Kaba, de quince años y del Bronx, alberga importantes reservas. Una vez usuaria ocasional para las tareas, ahora evita la IA debido a la estricta política anti-IA de su escuela. Mahawa también expresa preocupaciones ambientales sobre el consumo de energía de la IA y se preocupa por su influencia generalizada en la interacción social, temiendo que las respuestas automatizadas puedan convertir a los individuos en “robots”. Leo también expresa inquietud por el creciente realismo de los videos y audios generados por IA, llamándolo “la parte más aterradora de la IA”, y admite con humor que siempre dice “por favor y gracias” a ChatGPT “por si acaso” la IA toma el control.

La esfera creativa es otra área donde la presencia de la IA suscita fuertes opiniones. Nora Pai, una artista visual de 14 años de Manhattan, expresa ansiedad por la capacidad de la IA para generar arte y música instantáneamente. Habiendo invertido un tiempo significativo en perfeccionar su arte, lamenta que la IA trivialice el laborioso proceso de creación, despojando la satisfacción derivada del esfuerzo y el progreso. Este sentimiento resuena con Finn King, de 12 años y de Alabama, quien señala el giro irónico en la evolución de la IA: una vez concebida como una herramienta que manejaría tareas mundanas, liberando a los humanos para las actividades artísticas, ahora es a menudo utilizada por personas que carecen de la paciencia para crear arte por sí mismas. Finn, quien conoció la IA a través de un deepfake viral de “Will Smith comiendo espagueti”, también se preocupa por el realismo creciente de los medios sintéticos, que desdibujan la línea entre la realidad y el engaño, creando oportunidades peligrosas para actores maliciosos. Él reflexiona que si bien la IA podría haber inaugurado una utopía, su desarrollo ha sido dirigido por intereses capitalistas, priorizando las ganancias sobre un beneficio social más amplio.

En medio de estas diversas perspectivas, surge un argumento convincente a favor de un enfoque más proactivo de la educación en IA. Gabrielle Watkins, una joven de 16 años de una escuela secundaria con temática de IA en Georgia, encarna esta filosofía. Su escuela integra la IA en el plan de estudios, enseñando a los estudiantes no solo cómo usarla, sino por qué. Gabrielle utiliza la IA para agilizar tareas monótonas, desde categorizar vastos conjuntos de datos para un proyecto de geografía humana hasta organizar notas y brindar ayuda para el estudio nocturno a través de herramientas como Copilot y Photomath. Ella sostiene que en lugar de prohibir la IA, las escuelas deberían adoptarla, tratándola como cualquier otra herramienta poderosa —ya sea una bicicleta o un teléfono inteligente— equipando primero a los estudiantes con el conocimiento y las habilidades de pensamiento crítico para usarla de manera responsable. Su generación, afirma, es inherentemente ingeniosa y encontrará formas de acceder y utilizar la IA independientemente de las prohibiciones, lo que hace que una orientación integral sea esencial.

Las diversas opiniones de estos jóvenes pintan un cuadro matizado del papel incipiente de la IA en sus vidas. Lejos de ser receptores pasivos de las ansiedades de los adultos, son participantes activos, lidiando con sus dilemas éticos, aprovechando su potencial y expresando preocupaciones precoces sobre sus implicaciones sociales. Sus ideas subrayan la necesidad urgente de un enfoque equilibrado que fomente el uso responsable, el pensamiento crítico y el diálogo abierto, en lugar de depender del miedo o la prohibición.