¿Por qué la IA no puede vencer la inteligencia primigenia?

Fastcompany

En una era cada vez más definida por la inteligencia artificial, surge un argumento convincente a favor de la superioridad duradera del intelecto humano, particularmente frente a la volatilidad y la incertidumbre. Angus Fletcher, profesor de ciencia de la narrativa en el Project Narrative de la Universidad Estatal de Ohio, cuya investigación ha recibido apoyo de instituciones como la National Science Foundation y el elogio del Ejército de EE. UU., postula que nuestros cerebros poseen una “inteligencia primigenia” capaz de superar incluso a la IA avanzada en entornos dinámicos y con escasez de información. Sus conocimientos, extraídos del estudio de pensadores visionarios y operadores especiales del Ejército de EE. UU., revelan una capacidad humana única para el pensamiento adaptativo.

Una piedra angular de esta inteligencia primigenia es la intuición, que Fletcher argumenta que no es meramente una coincidencia de patrones, como han sugerido algunos científicos cognitivos. En cambio, la verdadera intuición surge de la capacidad de detectar “información excepcional”, es decir, detalles que rompen reglas o patrones establecidos. A diferencia de los adultos, cuyos cerebros a menudo buscan familiaridad, los niños pequeños demuestran puntuaciones intuitivas más altas porque están naturalmente sintonizados con lo inusual. Esta capacidad para discernir excepciones es una habilidad que se puede cultivar. La inmersión en nuevos entornos, como a través de viajes, obliga al cerebro a confrontar lo excepcional, agudizando así las facultades intuitivas. De manera similar, el contacto con la literatura, particularmente obras de autores como Shakespeare, introduce personajes y narrativas que desafían los arquetipos convencionales, entrenando la mente para dar la bienvenida a lo diferente. Esta apertura a lo excepcional ha impulsado históricamente descubrimientos revolucionarios, desde el motor de CA de Nikola Tesla hasta el trabajo de Marie Curie sobre la radiactividad y la innovadora paleta de colores de Vincent van Gogh.

Otro aspecto crítico de la inteligencia humana, a menudo malinterpretado, es el optimismo. Si bien los psicólogos con frecuencia abogan por sus beneficios, Fletcher sostiene que nuestro enfoque para fomentar el optimismo es defectuoso. Muchas filosofías populares de autoayuda promueven “visualizar el éxito”, lo que implica que simplemente creer “esto tendrá éxito” es suficiente. Sin embargo, este “pensamiento mágico” se desmorona ante la realidad. El optimismo genuino, argumenta Fletcher, es la creencia de que “esto puede tener éxito”. La distinción es profunda: si uno cree que el éxito sucederá y no ocurre, la confianza se hace añicos. Pero la convicción de que el éxito puede ocurrir, impulsada por el recuerdo de un solo triunfo pasado, permite que la resiliencia persista a través de múltiples fracasos. Esta forma de optimismo “antifrágil”, arraigada en experiencias pasadas concretas en lugar de fantasías futuras, es un poderoso motivador que incluso los operadores especiales de élite aprovechan para navegar la adversidad.

El cerebro humano también posee una ventaja distintiva sobre la IA en situaciones volátiles e inciertas, específicamente a través de lo que Fletcher denomina “cognición narrativa”, o pensar en historias. Si bien las computadoras sobresalen en el procesamiento de grandes cantidades de datos existentes y la aplicación de lógica simbólica, su rendimiento flaquea cuando la información confiable es escasa o inexistente. Nuestra capacidad para el pensamiento narrativo, que evolucionó durante la Explosión Cámbrica hace aproximadamente 500 millones de años, imbuye al cerebro de imaginación y sabiduría. Esto permite a los humanos actuar inteligentemente en entornos rápidamente cambiantes y ambiguos donde constantemente surgen nuevos desafíos, precisamente las condiciones bajo las cuales la IA, que depende de datos históricos, tiene dificultades. Los operadores especiales, que consistentemente se desempeñan bien en escenarios tan impredecibles, demuestran una aptitud excepcional para el pensamiento narrativo.

Además, el contacto con las artes, particularmente el teatro y la literatura, puede mejorar significativamente nuestra inteligencia en la vida real al fortalecer nuestra capacidad imaginativa. Si bien la educación moderna a menudo enfatiza la tecnología, Fletcher sugiere que el aumento de la ansiedad y la ira entre los estudiantes podría deberse a la falta de oportunidades para desarrollar mecanismos internos de afrontamiento. En lugar de simplemente crear “espacios seguros” o eliminar amenazas externas, la verdadera resiliencia proviene de la capacidad del cerebro para imaginar y diseñar planes para enfrentar peligros. Los operadores especiales, por ejemplo, son entrenados a través de ejercicios de juego de roles para concebir rápidamente soluciones a las amenazas, mitigando así la ansiedad. Reemplazar estas actividades de desarrollo de la imaginación con pantallas digitales, que automatizan el esfuerzo mental de visualizar escenarios, disminuye los cruciales “músculos de la imaginación” del cerebro. Por lo tanto, proporcionar a los estudiantes experiencias literarias y teatrales ricas es vital para desarrollar la destreza imaginativa necesaria para navegar las complejidades de la vida.

Finalmente, el liderazgo efectivo no depende de pensar en probabilidades, sino en posibilidades. La capacitación tradicional en liderazgo a menudo se centra en enfoques cuantitativos, alentando a los ejecutivos a calcular probabilidades basadas en eventos pasados. Sin embargo, la verdadera innovación y el liderazgo surgen de la capacidad de concebir algo que nunca ha sucedido antes pero que no viola las reglas fundamentales: una posibilidad. Lord Kelvin, un brillante matemático, declaró famosamente en 1902 que los aviones nunca existirían porque su probabilidad era cero. Sin embargo, los hermanos Wright, al centrarse en la posibilidad de volar dentro de las leyes de la física, lo lograron un año después. Los líderes, al igual que los emprendedores, cultivan esta “imaginación práctica” al sumergirse en historias que estimulan la corteza premotora del cerebro, expandiendo su sentido de lo que podría ser. Esto significa ir más allá de los marcos rígidos y basados en datos y abrazar el pensamiento imaginativo y narrativo que define la verdadera ingeniosidad humana.