Demis Hassabis: La IA superará a la Revolución Industrial en 10x
Demis Hassabis, el visionario director de Google DeepMind, prevé que la inteligencia artificial inaugurará una transformación que superará con creces a la Revolución Industrial, tanto en escala como en velocidad. Él predice que este cambio podría ser "10 veces más grande... y quizás 10 veces más rápido", lo que podría conducir a una era de "productividad increíble" y "abundancia radical".
Hassabis, a sus 49 años, destaca entre los laureados con el Premio Nobel no solo por su edad relativamente joven o su herencia mixta (padre greco-chipriota, madre chino-singapurense), sino por su formación como prodigio del ajedrez educado por el estado. Recientemente recibió el Premio Nobel de Química, un reconocimiento a la base de datos AlphaFold de DeepMind, que resolvió las estructuras previamente insondables de las proteínas, los bloques fundamentales de la vida. Este avance, que ha puesto a disposición pública las estructuras de más de 200 millones de proteínas, promete innumerables avances médicos.
A pesar de este éxito, Hassabis expresa una visión matizada sobre el rápido despliegue público de la IA. Admite que habría preferido mantener la tecnología "más tiempo en el laboratorio y haber hecho más cosas como AlphaFold, quizás haber curado el cáncer". Sin embargo, reconoce los beneficios del compromiso público, considerándolo crucial para que la sociedad normalice y se adapte a la IA, y para que los gobiernos participen en los debates.
El viaje de Hassabis hacia la IA comenzó temprano. Su infancia estuvo marcada por el ajedrez competitivo desde los cuatro hasta los trece años, lo que le inculcó una mentalidad estratégica. Aunque su familia se inclinaba por las artes, Hassabis se sintió atraído por la ciencia y la tecnología, idolatrando a figuras como Alan Turing y Richard Feynman. Utilizó sus ganancias del ajedrez para comprar las primeras computadoras domésticas, aprendiendo a programar por sí mismo y desarrollando el exitoso juego "Theme Park" con solo 17 años, que mostraba elementos tempranos de IA al reaccionar a las acciones del jugador.
Después de estudiar ciencias de la computación en la Universidad de Cambridge y obtener un doctorado en neurociencia en el University College London, Hassabis cofundó DeepMind en 2010 con Shane Legg y Mustafa Suleyman. Su ambiciosa misión: "Resolver la inteligencia y luego usarla para resolver todo lo demás". La compañía rápidamente atrajo la atención, demostrando una IA capaz de dominar videojuegos de Atari sin conocimientos previos. Entre los primeros inversores se encontraban Peter Thiel y Elon Musk, aunque Musk inicialmente se centró en la exploración espacial hasta que Hassabis destacó el potencial de la IA como un riesgo existencial que una mudanza a Marte no resolvería.
En 2014, Google adquirió DeepMind por 400 millones de libras esterlinas. Hassabis insistió en mantener la empresa en Londres, creyendo en el talento sin explotar fuera de Silicon Valley y en la importancia de un enfoque global para el desarrollo de la IA. DeepMind continuó su trabajo innovador, derrotando famosamente a un gran maestro de Go en 2016 y logrando el avance de AlphaFold.
Sin embargo, el panorama de la IA cambió drásticamente en 2020 con el lanzamiento público de ChatGPT3 de OpenAI. Esto tomó por sorpresa a muchos, incluido Google. Hassabis señala que, si bien los laboratorios líderes tenían sistemas similares, no habían comprendido completamente la amplitud de sus posibles aplicaciones. Este evento impulsó una nueva fase de intensa competencia, con DeepMind convirtiéndose en "la sala de máquinas de Google", integrando la IA en todos los aspectos de su negocio, desde resúmenes de búsqueda y el asistente inteligente Gemini hasta generadores de imágenes y herramientas de traducción. El entorno competitivo también ha llevado a una importante fuga de talentos, con empresas como Meta, Amazon, Apple y Microsoft invirtiendo fuertemente en sus propias divisiones de IA.
La última frontera para Hassabis es la Inteligencia Artificial General (IAG), el punto en el que la IA iguala o supera las capacidades cognitivas humanas. Él anticipa que esto podría ocurrir en los próximos cinco a diez años, marcando potencialmente los últimos años de la civilización pre-IAG. Hassabis pinta una visión utópica de un mundo de "abundancia radical", donde la IAG acelera los avances en medicina, ciencia de materiales y energía, lo que lleva a una prosperidad sin precedentes. Él enfatiza que el desafío radica en asegurar que esta prosperidad se distribuya de manera justa, una cuestión política más que tecnológica.
A pesar de su optimismo, Hassabis reconoce los profundos problemas sociales que presenta la IA, incluidos los deepfakes, el desplazamiento laboral, el vasto consumo de energía y las preocupaciones éticas. Abordando las demandas de energía de los futuros centros de datos de IA, argumenta que las soluciones climáticas y otros beneficios derivados de estos modelos superarán con creces sus costos energéticos. Sobre el tema del reemplazo de empleos y la perspectiva de que los humanos "nunca más necesiten trabajar", Hassabis admite que esto será "una de las cosas más grandes que tendremos que resolver". Sugiere que la sociedad se inclinará cada vez más hacia actividades no utilitarias como los deportes, las artes y la filosofía, a medida que el tiempo y los recursos se vuelvan abundantes.
Como un "optimista cauto", Hassabis cree en el ingenio y la adaptabilidad humanos. Traza un paralelo con la Revolución Industrial, reconociendo sus interrupciones pero afirmando su beneficio general para la humanidad. Si bien la próxima revolución de la IA será significativamente más grande y rápida, expresa confianza en que la humanidad navegará los cambios, con la esperanza de que sea para mejor.