Trump permite venta de chips IA de Nvidia a China con un cargo
En una medida que ha causado revuelo en las comunidades tecnológica y de seguridad nacional, el expresidente Donald Trump ha confirmado un acuerdo único que permite a los fabricantes de chips estadounidenses Nvidia y AMD reanudar la venta de ciertos chips avanzados de inteligencia artificial a China a cambio de un recorte del 15 por ciento de los ingresos pagado directamente al gobierno federal de EE. UU. El anuncio, que surge de una reunión reciente entre Trump y el CEO de Nvidia, Jensen Huang, señala un cambio significativo en el controvertido panorama de las relaciones tecnológicas entre EE. UU. y China.
El presidente Trump, al hablar sobre el arreglo que denominó un “pequeño acuerdo”, reveló que inicialmente buscó una participación del 20 por ciento de Nvidia, pero finalmente se conformó con el 15 por ciento durante las negociaciones con Huang. Este inusual modelo de reparto de ingresos se aplica específicamente a los chips H20 de Nvidia y MI308 de AMD, diseñados para aplicaciones de IA. El H20, en particular, fue diseñado específicamente por Nvidia para el mercado chino para cumplir con las restricciones de exportación anteriores de EE. UU. A pesar de su relevancia en el mercado chino, Trump caracterizó el chip H20 como “obsoleto”, sugiriendo que su venta no comprometería la superioridad tecnológica estadounidense. Además, insinuó la posibilidad de futuros acuerdos para chips aún más avanzados, como el vanguardista Blackwell de Nvidia, siempre que sean “sin mejoras” o “reducidos” entre un 30 y un 50 por ciento para el mercado chino, nuevamente a cambio de una tarifa.
El acuerdo marca un giro con respecto a principios de año, cuando la administración Trump había prohibido la venta de chips H20 a China en abril de 2025, solo para despejar el camino para la reanudación de los envíos en julio, antes de las discusiones comerciales críticas con Beijing. Esta postura fluctuante ha subrayado una incoherencia percibida en la estrategia de control de exportaciones de chips de EE. UU., que históricamente ha sido impulsada por consideraciones de seguridad nacional en lugar de ganancias económicas.
La decisión ha sido recibida con “incredulidad” generalizada y fuertes críticas de expertos en seguridad nacional, economistas y legisladores de ambos partidos. Los críticos argumentan que los controles de exportación son una herramienta vital para salvaguardar la seguridad nacional al evitar que los adversarios accedan a tecnologías de doble uso que podrían reforzar sus capacidades militares. Monetizar estos controles a través de un esquema de reparto de ingresos, sostienen, sienta un precedente peligroso e inaudito, creando efectivamente un sistema de “pagar para jugar” para el acceso a mercados restringidos. Este enfoque, argumentan muchos, socava la credibilidad global de Washington y su influencia en la diplomacia económica, erosionando potencialmente la confianza internacional en la coherencia de las políticas de exportación de EE. UU.
Nvidia, por su parte, ha mantenido que se adhiere estrictamente a las reglas establecidas por el gobierno de EE. UU. para su participación en el mercado global. La compañía ha expresado la esperanza de que las políticas de control de exportaciones sigan permitiendo a las empresas estadounidenses competir en todo el mundo, sugiriendo que el compromiso continuo podría mantener a China dependiente de la tecnología estadounidense en lugar de acelerar su desarrollo de chips autóctonos. Tanto Nvidia como AMD habían informado previamente de importantes impactos financieros debido a restricciones de exportación anteriores, con AMD enfrentando un cargo de $800 millones y Nvidia anticipando un impacto de $8 mil millones.
Este último desarrollo hace eco de instancias anteriores en las que la administración Trump buscó concesiones financieras de grandes corporaciones a cambio de resultados políticos favorables, como la inversión de $100 mil millones de Apple en la fabricación en EE. UU. para evitar aranceles. Sin embargo, aplicar un modelo así a los controles de exportación impulsados por la seguridad nacional sobre tecnologías críticas como los chips de IA presenta un desafío novedoso y controvertido para los principios de la política exterior estadounidense de larga data.