¿Acuerdo de chips de Trump: un modelo "pago por juego" para la industria de EE. UU.?
El reciente acuerdo entre la Casa Blanca y los principales fabricantes de chips Nvidia y Advanced Micro Devices ha causado revuelo tanto en el mundo empresarial como en Washington, planteando preguntas sobre un posible nuevo paradigma para la política industrial de EE. UU. Este arreglo inusual otorga a los gigantes tecnológicos permiso para reanudar las ventas de ciertos semiconductores potentes a empresas chinas, pero no sin una advertencia significativa: el gobierno de EE. UU. recibirá un recorte esperado del 15 por ciento de los ingresos generados por estas transacciones específicas.
Este pacto innovador, en el que Jensen Huang de Nvidia habría participado en las discusiones, rápidamente generó escrutinio. Si bien la administración Trump ha defendido consistentemente tales acuerdos de alto perfil como evidencia de que “Estados Unidos ha vuelto”, este acuerdo en particular ha alarmado a un sector transversal de halcones de China y expertos en seguridad nacional. Su principal preocupación se centra en el daño potencial a largo plazo a la ventaja competitiva de Estados Unidos en el sector tecnológico crítico y, por extensión, a los intereses estratégicos más amplios de la nación. La preocupación es que permitir estas ventas, incluso con una parte de los ingresos, podría reforzar inadvertidamente las capacidades tecnológicas de China, socavando los esfuerzos para restringir su acceso a las innovaciones estadounidenses de vanguardia.
Más allá de las implicaciones geopolíticas inmediatas, el acuerdo ha encendido un debate más amplio: ¿Es este un arreglo singular y hecho a medida para la dinámica única de la industria de los semiconductores, o señala un cambio fundamental en las reglas del capitalismo global bajo la administración actual? El secretario del Tesoro, Scott Bessent, ofreció recientemente una perspectiva reveladora, sugiriendo que este modelo podría de hecho replicarse en otros sectores. En una entrevista reciente, Bessent comentó: “Creo que en este momento, esto es único, pero ahora que tenemos el modelo y la prueba beta, ¿por qué no expandirlo?” Sus comentarios subrayan la visión de la administración de este acuerdo no como un incidente aislado, sino como un posible plan para futuros compromisos entre el gobierno y las grandes corporaciones.
Tal enfoque marca una notable desviación de la política comercial e industrial tradicional de EE. UU., donde la intervención gubernamental generalmente toma la forma de aranceles, subsidios o marcos regulatorios, en lugar de acuerdos directos de reparto de ingresos sobre ventas comerciales. Este nuevo paradigma podría remodelar la relación entre el estado y la empresa privada, particularmente en industrias estratégicamente vitales como la tecnología avanzada. A medida que los directores ejecutivos continúan su “peregrinación” a la Casa Blanca, buscando diversas formas de asociación o alivio regulatorio, el acuerdo Nvidia-AMD se erige como un ejemplo tangible de una nueva forma más directa de participación gubernamental en los flujos de ingresos corporativos. Las implicaciones para las normas de comercio internacional, la gobernanza corporativa y el panorama tecnológico global son profundas, lo que sugiere que esta “prueba beta” puede ser solo el comienzo de un nuevo capítulo en la política económica de Estados Unidos.