Pekín interroga a gigantes tecnológicos chinos sobre chips Nvidia H20
Los reguladores de Pekín han intensificado su escrutinio sobre los gigantes tecnológicos chinos, incluidos Alibaba y ByteDance, exigiendo justificaciones detalladas por sus continuas compras de chips de inteligencia artificial Nvidia H20. Esta medida añade una nueva capa de complejidad a la ya tensa rivalidad tecnológica entre EE. UU. y China, particularmente después de un acuerdo muy inusual entre la administración Trump y los fabricantes de chips estadounidenses.
En las últimas semanas, las autoridades chinas han emitido avisos y consultas directas a las principales empresas tecnológicas, buscando entender por qué optan por los procesadores Nvidia H20 en lugar de alternativas de producción nacional. Estas preguntas también investigan posibles vulnerabilidades de seguridad dentro del hardware de Nvidia y si dicha adquisición extranjera es realmente necesaria dado el panorama cambiante de las opciones locales. Este interrogatorio agresivo se alinea con las narrativas más amplias de los medios estatales que han expresado escepticismo sobre la seguridad del H20, incluso alegando la posibilidad de “puertas traseras”, afirmaciones que Nvidia ha negado vehementemente. Tales acciones subrayan el doble objetivo de Pekín: reforzar la seguridad nacional reduciendo la dependencia de la tecnología extranjera y acelerar el impulso de China hacia la autosuficiencia en semiconductores.
El momento de las demandas de Pekín es particularmente relevante dado un acuerdo reciente e sin precedentes alcanzado por la administración Trump. Después de una prohibición anterior en abril de 2025, el gobierno de EE. UU. dio luz verde a la reanudación de las ventas de chips H20 de Nvidia a China, y de chips MI308 de AMD, con la condición de que ambas compañías remitan el 15% de los ingresos de estas ventas al Tesoro de EE. UU. Este acuerdo de “impuesto al chip” o “pagar para jugar”, confirmado después de una reunión en la Casa Blanca entre el CEO de Nvidia, Jensen Huang, y el presidente Donald Trump, ha generado críticas dentro de EE. UU. por difuminar potencialmente las líneas entre la política de seguridad nacional y la generación de ingresos. El gobierno de EE. UU. defendió el acuerdo, con algunos funcionarios sugiriendo que no compromete la seguridad nacional, mientras que otros, incluidos exfuncionarios del Consejo de Seguridad Nacional y legisladores, expresaron su preocupación de que socava los objetivos estratégicos de Washington en la carrera de la IA.
El chip H20 de Nvidia fue diseñado específicamente para cumplir con los controles de exportación anteriores de EE. UU., representando una versión “desintonizada” de sus aceleradores de IA más potentes como el H100 o los próximos chips Blackwell, diseñados para limitar el acceso de China a capacidades de IA de vanguardia. A pesar de que el H20 es una variante menos avanzada, gigantes tecnológicos chinos como Alibaba, ByteDance y Tencent habían realizado pedidos sustanciales, que según los informes totalizaron 16 mil millones de dólares solo en el primer trimestre de 2025, lo que demuestra su fuerte preferencia por el hardware, el ecosistema de software y las ventajas de red establecidos de Nvidia.
Sin embargo, la última presión regulatoria de Pekín señala una clara intención de alejar a estas empresas de las soluciones extranjeras. Si bien las empresas chinas todavía prefieren las ofertas de Nvidia sobre las alternativas locales como la serie Ascend de Huawei, que generalmente van a la zaga en rendimiento, la presión sostenida de los reguladores podría obligarlas a acelerar la adopción de chips nacionales. Esta incertidumbre regulatoria y el cuestionamiento explícito de las compras de H20 pueden forzar a los gigantes tecnológicos chinos a reconsiderar sus cadenas de suministro e invertir más fuertemente en el desarrollo de semiconductores de fabricación propia, incluso si eso significa una caída temporal en sus capacidades de IA. Para Nvidia, si bien el acuerdo de reparto de ingresos con EE. UU. reabre un mercado lucrativo, las crecientes demandas de Pekín introducen una nueva capa de riesgo e incertidumbre, complicando su estrategia a largo plazo en una región crítica.