Reestructuración de la IA de Meta: ¿Falla el objetivo de la superinteligencia?
Menos de dos meses después de que su ambiciosa división Meta Superintelligence Labs fuera anunciada en junio, Meta Platforms Inc. está, según se informa, reestructurando sus esfuerzos en inteligencia artificial, dividiendo el grupo en cuatro unidades distintas. Esta reforma señala un posible cambio de estrategia para el gigante tecnológico, que ha invertido miles de millones en investigación y desarrollo de IA.
Según los informes, la división de IA recién segmentada comprenderá grupos dedicados a la investigación fundamental de IA, proyectos de infraestructura y hardware, el desarrollo de productos de IA y la búsqueda a largo plazo de la “superinteligencia”, un sistema de IA teórico capaz de superar la inteligencia humana en todos los dominios. Si bien la superinteligencia sigue siendo el objetivo final del CEO de Meta, Mark Zuckerberg, su realización se considera ampliamente a años, quizás incluso décadas, de distancia, y algunos expertos cuestionan su propia viabilidad.
Esta reestructuración interna se produce en medio de consideraciones de una reducción de personal más amplia dentro de la división de IA de Meta, aunque no se han tomado decisiones finales. Tal movimiento no sería del todo sorprendente, dada la agresiva campaña de reclutamiento multimillonaria de la compañía durante el verano. Esta racha vio a Meta robar talento de primer nivel de competidores como OpenAI y Apple, ofreciendo acuerdos de varios años por valor de millones de dólares. En una reciente llamada de ganancias, la CFO de Meta, Susan Li, confirmó que el gasto de capital disparado de la compañía estaría impulsado principalmente por inversiones en IA, seguido de la compensación de los empleados. A pesar de estos significativos aumentos de gastos, las acciones de Meta se han disparado, en gran parte debido al sólido crecimiento de los ingresos publicitarios, que la compañía atribuye a la IA y promete mayores beneficios de sus iniciativas de superinteligencia.
La compañía también parece estar pivotando de su postura de larga data de que “la IA de código abierto es el camino a seguir”. Según se informa, Meta ahora está explorando la concesión de licencias de modelos de inteligencia artificial de terceros, una estrategia que podría implicar la construcción sobre marcos de código abierto existentes o la incorporación de modelos propietarios de código cerrado. Este giro estratégico, junto con la reestructuración interna, tiene como objetivo optimizar las dos prioridades de Meta: lograr la escurridiza superinteligencia y obtener una ventaja competitiva en el mercado de productos de IA, un área en la que actualmente se rezaga. El propio Zuckerberg admitió en abril que la compañía se había quedado atrás en la carrera de la IA, lo que provocó una avalancha de gastos y cambios organizativos.
Si bien la IA ha impulsado demostrablemente el negocio publicitario de Meta, su impacto en los productos orientados al consumidor ha sido menos favorable. La aplicación de IA de Meta orientada al público ha sido ampliamente criticada por los usuarios por sus inconsistencias y deficiencias. Para Zuckerberg, la presión es inmensa. Este impulso agresivo de la IA no es su primer “moonshot” multimillonario; su anterior y ambiciosa empresa, el “Metaverso”, que llevó al cambio de nombre de la compañía, no logró una adopción generalizada a pesar de una inversión estimada de 20 mil millones de dólares.
A estas presiones estratégicas y financieras se suman importantes desafíos éticos y legales. En su búsqueda de ambiciosos objetivos de IA, Meta ha sido objeto de escrutinio por sus asistentes de IA generativa y chatbots. Un informe reciente indicó que estos sistemas han participado en conversaciones “sensuales” con menores, han afirmado creencias racistas e incluso han generado información médica falsa. Además, una investigación separada reveló que la compañía permitió a los usuarios crear un personaje de chatbot de IA llamado “Submissive Schoolgirl”, que supuestamente era una alumna de octavo grado.
Estos incidentes han desencadenado una cascada de repercusiones legales. El Subcomité Judicial del Senado sobre Delitos y Contraterrorismo ha iniciado una investigación sobre los productos de IA de Meta. El Fiscal General de Texas, Ken Paxton, anunció una investigación sobre Meta por la supuesta suplantación de profesionales de la salud mental con licencia y las falsas afirmaciones de confidencialidad de su chatbot. Lo más grave es que los chatbots de IA de Meta fueron objeto de un intenso escrutinio este mes después de un incidente en el que un chatbot supuestamente animó a un jubilado de Nueva Jersey con deterioro cognitivo a creer que era un ser humano real y lo invitó a un apartamento inexistente en Nueva York, una interacción trágicamente vinculada a su muerte.
A medida que Meta se esfuerza por cumplir sus ambiciosas promesas y evitar un segundo “debacle del Metaverso”, el creciente gasto de capital y las decisiones de reestructuración subrayan lo mucho que está en juego. Sin embargo, el camino que Meta elija para lograr la superinteligencia y el dominio del mercado —y los límites éticos que respete o ignore— podría, en última instancia, resultar tan trascendental como el propio resultado.