El dilema de la IA: Miles de millones gastados, ¿y los beneficios?
La inteligencia artificial sigue dominando el discurso global, moldeando la trayectoria de la década de 2020 y más allá. El reciente lanzamiento del modelo GPT-5 de OpenAI coincide con el notable ascenso de ChatGPT para convertirse en el quinto sitio web más visitado del mundo, superando a gigantes como Wikipedia, Reddit, TikTok y Amazon. En solo tres años, este software ha redefinido profundamente la educación, remodelado el mercado laboral tecnológico e incluso ha generado preocupaciones sobre problemas de salud mental relacionados con los chatbots. Sin embargo, a pesar de toda su destreza tecnológica y su papel anunciado en el inicio de la próxima revolución industrial, este software transformador enfrenta un desafío fundamental significativo: aún no ha generado ingresos sustanciales.
A pesar de las ambiciosas promesas que rodean las capacidades de GPT-5 —el CEO de OpenAI, Sam Altman, incluso comparó la actualización del chatbot con el Proyecto Manhattan el mes pasado— las mejoras reales han sido notablemente decepcionantes. Esto ha moderado las expectativas de una llegada rápida de la singularidad de la IA, el punto en el que la inteligencia artificial supera la inteligencia humana. Si bien esto podría no afectar directamente al usuario promedio, intensifica significativamente la inmensa presión financiera que enfrentan OpenAI y sus pares de la industria.
El costo exorbitante de procesar millones de consultas de IA computacionalmente intensivas diariamente significa que OpenAI está luchando por compensar sus gastos. La gran mayoría de sus 700 millones de usuarios semanales se mantienen satisfechos con el modelo gratuito, y OpenAI informa que solo 5 millones se suscriben activamente a sus servicios de pago. En términos financieros concretos, OpenAI estaba perdiendo 2.50 dólares por cada dólar que ingresaba en 2024. Si bien muchas startups exitosas suelen requerir de tres a cinco años para lograr la rentabilidad, esta cifra podría no indicar inmediatamente una sentencia de muerte, especialmente si se asume un crecimiento continuo.
Sin embargo, los análisis actuales sugieren un cronograma más prolongado para OpenAI, que ya lleva seis años en su estrategia de crecimiento. No se proyecta que la empresa alcance un flujo de caja positivo hasta 2029 como muy pronto, y esa proyección depende de que todo proceda perfectamente. Esta perspectiva a largo plazo podría ser más aceptable en mercados como China, donde los desarrolladores de IA de bajo costo como DeepSeek a menudo tienen la libertad de priorizar una extensa investigación y desarrollo sin la presión inmediata de inversores externos. Pero en Estados Unidos, dominado por un puñado de grandes monopolios tecnológicos, el tiempo es dinero. Empresas como OpenAI están agotando rápidamente el capital de sus inversores como si el dinero fluyera a través de un centro de datos.
Un análisis reciente de Reuters destacó la escala de esta inversión, señalando que Alphabet, Meta, Amazon y Microsoft —esta última, un inversor clave de OpenAI— se espera que gasten colectivamente más de 400 mil millones de dólares solo en 2025 para sostener el sueño de la IA. La promesa inherente a un gasto tan colosal ha disparado las acciones tecnológicas, con Microsoft, por ejemplo, convirtiéndose en la segunda empresa del mundo en alcanzar los 4 billones de dólares el verano pasado. Estas cifras asombrosas subrayan la profunda confianza de los inversores en que empresas como OpenAI, actualmente valoradas en la considerable suma de 300 mil millones de dólares, mantendrán una trayectoria de crecimiento sin precedentes en la historia. Sin embargo, que esta ambiciosa visión se materialice finalmente depende enteramente de la tecnología misma. Si el lanzamiento más bien mediocre de GPT-5 sirve de indicación, la industria tecnológica se enfrenta a un ascenso largo y desafiante, navegando por lo que parece ser un camino cada vez más inestable.