El auge de la IA impulsa el PIB de EE. UU., ¿pero esconde una burbuja económica?
La economía de Estados Unidos está experimentando un aumento sin precedentes, aparentemente desafiando las desaceleraciones más amplias, en gran parte impulsada por una afluencia masiva de inversión en inteligencia artificial. Este auge del gasto en IA, bienvenido por figuras políticas como Donald Trump, está impulsando innegablemente el Producto Interno Bruto (PIB) de la nación; sin embargo, una mirada más cercana revela posibles grietas y problemas inminentes que podrían estar enmascarados por esta fiebre del oro tecnológica.
Los principales gigantes tecnológicos están a la vanguardia de esta ola de gastos. Empresas como Google, Meta, Amazon y Microsoft proyectan en conjunto invertir más de 350 mil millones de dólares en centros de datos e infraestructura de IA solo en 2025, con algunas estimaciones que alcanzan los 364 mil millones de dólares para estos actores clave. Este gasto de capital colosal está teniendo un efecto tangible en las cuentas nacionales, ya que se calcula que las inversiones en IA contribuirán hasta un 0,7% al crecimiento del PIB de EE. UU. este año, lo que representa la mitad de la proyección de crecimiento del 1,4% de la Reserva Federal. Sorprendentemente, algunos analistas sostienen que los gastos de capital relacionados con la IA, a principios de 2025, han contribuido más al crecimiento del PIB que todo el gasto de los consumidores estadounidenses combinado, lo que marca un cambio significativo en los motores económicos que recuerda a los auges históricos de infraestructura como la expansión ferroviaria. Esta infusión de efectivo está actuando actualmente como una “fuerza compensatoria” contra lo que parece ser una economía más amplia en desaceleración, “sosteniendo la economía sobre sus hombros ahora”.
Sin embargo, detrás de la brillante fachada de prosperidad impulsada por la IA, economistas y analistas están levantando banderas rojas. Una preocupación principal es la creciente dependencia de la economía estadounidense de un puñado de grandes empresas tecnológicas. Si este auge de la IA fracasara, las repercusiones económicas podrían ser graves. Ya hay evidencia de una economía en desaceleración, con cifras de empleo revisadas que indican un mercado laboral estadounidense más débil y empleadores que han reducido las contrataciones en los últimos meses. El gasto del consumidor, un pilar tradicional del crecimiento económico, también ha mostrado signos de estancamiento.
Una advertencia más ominosa proviene del creciente coro de expertos que comparan el actual clima de inversión en IA con una “burbuja de IA”, potencialmente más peligrosa que el infame colapso de las puntocom de finales de los 90 o incluso la crisis hipotecaria subprime de 2007. Torsten Slok, economista jefe de Apollo Global Management, y el analista Ed Zitron, entre otros, señalan el entusiasmo extremo de los inversores y las valoraciones de mercado infladas que parecen desvinculadas de las ganancias reales. A pesar de las inversiones masivas en infraestructura, muchas empresas aún no están viendo un retorno sustancial de sus desembolsos en IA, con ganancias que con frecuencia no alcanzan las proyecciones, lo que genera preocupaciones sobre el “exceso de construcción, exceso de oferta y exceso de capacidad”, características clásicas de un ciclo de auge y caída.
Más allá del mercado financiero, la huella ambiental de esta expansión de la IA es una preocupación creciente. La creciente necesidad de centros de datos, la columna vertebral física de la IA, está provocando un aumento drástico del consumo de energía, lo que lleva a pedir un enfoque más mesurado de la inversión desde una perspectiva de sostenibilidad. Además, si bien la IA se promociona como creadora de empleo, también existen ansiedades sobre el posible desplazamiento de puestos de trabajo en ciertos sectores. El CEO de Anthropic, una empresa de investigación de IA, incluso ha sugerido que la IA podría conducir a un desempleo de hasta el 20% en cinco años.
El panorama económico general también está lleno de otros desafíos. Los aranceles y las crecientes tensiones comerciales están infligiendo dolor económico y contribuyendo a la desaceleración general. Las ganancias corporativas, cuando se ven más allá de las dominantes acciones tecnológicas de las “Siete Magníficas”, parecen desiguales y más débiles, con capital que comienza a rotar de la tecnología orientada al crecimiento a sectores más tradicionales y cíclicos. Esta concentración de poder dentro de unas pocas empresas de IA y la naturaleza volátil de las inversiones en infraestructura introducen riesgos sistémicos para la economía estadounidense.
A pesar de estas preocupaciones subyacentes, el presidente Donald Trump ha adoptado con entusiasmo la narrativa del resurgimiento económico impulsado por la IA. Ha destacado los miles de millones en inversiones en IA como evidencia del impacto positivo de su administración, a menudo promocionando lecturas robustas del PIB. Su administración ha impulsado activamente importantes acuerdos de IA, incluido el “Proyecto Stargate” de 500 mil millones de dólares que involucra a Softbank, OpenAI y Oracle, y una inversión de 90 mil millones de dólares en energía y tecnología destinada a establecer a Pensilvania como un centro clave de IA. El “Plan de Acción de IA” de la administración Trump subraya una intención estratégica para solidificar el liderazgo de EE. UU. en IA, mejorar la alfabetización en IA y monitorear su impacto en el mercado laboral, viendo la inversión en IA como una “gracia salvadora” para la economía en medio de otros desafíos.
Si bien el auge del gasto en IA sin duda proporciona un estímulo significativo, aunque concentrado, a la economía de EE. UU. y es elogiado por los líderes políticos, las vulnerabilidades subyacentes y la posibilidad de una “burbuja de IA” exigen una vigilancia cuidadosa. La fortaleza económica actual, que depende en gran medida de los gastos de capital tecnológico, podría estar enmascarando problemas más profundos, lo que requiere una evaluación crítica de la sostenibilidad a largo plazo y el crecimiento equitativo más allá del sector tecnológico.