Altman: burbuja IA, pero billones para centros de datos
Sam Altman, CEO de OpenAI, reconoció recientemente que el sector de la inteligencia artificial está experimentando una burbuja significativa; sin embargo, no se amedrenta y señala su intención de dominar el panorama que surja tras su inevitable corrección. Hablando con un selecto grupo de reporteros en una cena, Altman definió una burbuja como un fenómeno en el que individuos inteligentes se entusiasman excesivamente con una idea que, a pesar de su potencial, contiene un elemento de exuberancia irracional. Según esta medida, afirmó, la industria de la IA está de hecho en medio de una burbuja en rápida expansión y potencialmente volátil.
Estableciendo paralelismos con los auges económicos históricos, Altman hizo referencia a la era de las puntocom, señalando que, si bien los inversores se “exaltaron demasiado”, la tecnología subyacente –internet– fue innegablemente transformadora y crucial. Sugirió que la IA encarna una dicotomía similar: un período de frenesí inversor que coincide con lo que él considera “lo más importante que ha sucedido en mucho tiempo”. Esta perspectiva implica que, así como la caída de las puntocom no extinguió internet, sino que allanó el camino para empresas de billones de dólares construidas sobre sus ideas fundamentales como el comercio electrónico y la búsqueda, el sector de la IA probablemente sobrevivirá a una implosión que podría aniquilar a innumerables startups.
Un factor crítico que contribuye a esta posible explosión de la burbuja, según Altman, es la inminente escasez de unidades de procesamiento gráfico (GPU). Esta escasez ya ha influido en las decisiones estratégicas de OpenAI, llevando a la compañía a diseñar su último modelo, ChatGPT-5, con un enfoque principal en la optimización de los costos de inferencia en lugar de la potencia computacional bruta. Más allá de las GPU, las masivas inversiones vertidas en centros de datos por gigantes tecnológicos y proveedores de coubicación también presentan un doble riesgo. Aunque esenciales para el crecimiento de la IA, estos mismos centros de datos podrían convertirse en un cuello de botella, potencialmente atrapados en las repercusiones económicas más amplias de una burbuja que estalla.
A pesar de estos reconocimientos, la actitud de Altman sugiere poca preocupación por el posible colapso de la burbuja; más bien, parece centrado en dar forma a sus consecuencias. Reveló ambiciosos planes para que OpenAI invierta “billones de dólares en la construcción de centros de datos en un futuro no muy lejano”. Este gasto colosal se considera necesario para desbloquear todo el potencial de los avances de OpenAI, permitiendo a la compañía desplegar “mejores modelos” e introducir “otros tipos de nuevos productos y servicios” actualmente obstaculizados por una capacidad insuficiente.
Sin embargo, la fuente de tan inmenso capital sigue siendo una pregunta pertinente. Si bien OpenAI ha asegurado decenas de miles de millones en compromisos de actores importantes como Microsoft, Softbank y Oracle, esta suma palidece en comparación con la inversión propuesta de varios billones de dólares. Se proyecta que la compañía genere 10 mil millones de dólares en ingresos este año, un salto significativo desde los 5.5 mil millones del año pasado. Sin embargo, también reportó una pérdida de 5 mil millones de dólares el año pasado, según Reuters. Aunque impresionantes para una compañía que estaba en gran parte fuera del radar de los inversores antes del lanzamiento de ChatGPT, estas cifras son solo una fracción de los flujos de efectivo de los que disfrutan los gigantes tecnológicos establecidos como Microsoft, Amazon o Google. Así, mientras Altman admite fácilmente la existencia de una burbuja de IA, su intención declarada de invertir billones más en su infraestructura fundamental sugiere una estrategia deliberada: no solo cabalgar la ola, sino inflarla activamente, con el objetivo de ser la fuerza dominante una vez que la espuma se asiente.