Aranceles de Trump a chips de IA: ¿Un 'Precedente Peligroso'?
El enfoque de Donald Trump hacia la política comercial, caracterizado durante mucho tiempo por aranceles de importación agresivos, parece estar trazando un nuevo y controvertido territorio: la tributación de las exportaciones estadounidenses. Este cambio fue sutilmente prefigurado por un inusual intercambio en la Casa Blanca, donde el CEO de Apple, Tim Cook, le presentó a Trump un regalo meticulosamente elaborado: una placa de vidrio y una base de oro de 24 quilates, enfatizando sus orígenes “Hecho en California” y “Hecho en Utah”. Este gesto coincidió con el anuncio de Apple de una inversión de 100 mil millones de dólares en manufactura estadounidense, asegurando su exención de un nuevo arancel estadounidense sobre los chips de computadora importados. Esta dinámica transaccional, que recuerda los negocios inmobiliarios de Trump, ahora se extiende a tecnologías altamente sensibles, generando una preocupación generalizada entre los expertos en comercio.
En una dramática reversión de una prohibición anterior, la Casa Blanca anunció recientemente un acuerdo que permite a Nvidia y a su competidor Advanced Micro Devices (AMD) vender ciertos chips de inteligencia artificial a empresas chinas. ¿La trampa? Ambos gigantes tecnológicos deben ceder el 15% de sus ingresos de estas ventas al gobierno de EE. UU. Este acuerdo siguió a una reunión a puerta cerrada entre Trump, el CEO de Nvidia, Jensen Huang, y el CEO de Apple, Tim Cook. La medida ha provocado rápidamente sugerencias de que Nvidia efectivamente “compró” una exención de las crecientes tensiones comerciales entre EE. UU. y China.
Sin embargo, este novedoso acuerdo de “reparto de ingresos”, que los críticos sostienen que es más precisamente un impuesto a la exportación, enfrenta un escrutinio legal y ético significativo. Martin Chorzempa, investigador principal del Peterson Institute for International Economics, advierte que tal acuerdo crea un “precedente peligroso”, fomentando la “percepción de que los controles de exportación están a la venta”. Argumenta que si las licencias, ostensiblemente concedidas por motivos de seguridad nacional, pueden comprarse, podría desatar una ola de lobby para la exportación de otras tecnologías sensibles, desestabilizando fundamentalmente las relaciones comerciales internacionales. Según los informes, el Departamento de Comercio aún está “pulindo” la legalidad del acuerdo, que algunos expertos creen que puede violar las leyes o la Constitución de EE. UU.
En el corazón de este cambio de política se encuentra la intensa carrera armamentística tecnológica entre Estados Unidos y China. Nvidia, una empresa que recientemente se convirtió en la primera entidad que cotiza en bolsa en alcanzar una valoración de 4 billones de dólares, produce los chips de procesamiento cruciales esenciales para desarrollar y ejecutar la IA. Durante años, el gobierno de EE. UU. ha impuesto restricciones a la exportación de chips de IA avanzados y equipos de fabricación a China, con el objetivo de frenar los avances de IA de Beijing y mantener una ventaja estratégica.
A pesar de estas restricciones, China ha logrado un progreso considerable. Chorzempa señala que, si bien EE. UU. mantiene una ventaja informática significativa, los modelos de IA líderes de China están solo meses por detrás de sus homólogos estadounidenses. Esta brecha cada vez menor ha obligado a los formuladores de políticas estadounidenses a reevaluar dónde trazar la línea en las exportaciones de tecnología. Los chips de IA específicos que Nvidia y AMD ahora tienen permitido vender a China no se consideran de alta gama; son adecuados para la “inferencia” en modelos entrenados (usar la IA existente para tomar decisiones) pero carecen del poder para “entrenar” nuevos modelos de IA desde cero (enseñar IA a partir de grandes conjuntos de datos). El propio Trump los describió como “un chip antiguo que China ya posee… bajo una etiqueta diferente”.
Sin embargo, incluso la exportación de estos chips menos potentes sigue siendo un punto de contención. Los defensores de línea dura de una política restrictiva entre EE. UU. y China argumentan que cualquier venta de chips aún podría contribuir a las capacidades de IA de China, erosionando potencialmente la ventaja de Estados Unidos. Otros contraatacan que restringir tales chips sería ineficaz o incluso contraproducente. La solución de la administración Trump —exigir a las empresas que paguen por los privilegios de exportación— es vista por muchos en esta división política como un compromiso precario. El representante republicano John Moolenaar de Michigan afirmó que “los controles de exportación son una defensa de primera línea para proteger nuestra seguridad nacional, y no debemos sentar un precedente que incentive al gobierno a otorgar licencias para vender a China tecnología que mejorará las capacidades de IA”.
Este enfoque transaccional se alinea con la conocida filosofía de Trump del “Arte de la Negociación”. Él mismo relató abiertamente haberle dicho a Jensen Huang: “Quiero el 20% si voy a aprobar esto para ti”, antes de negociar hasta el 15%. El secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent, incluso ha insinuado expandir este “modelo y prueba beta” a otras industrias, sugiriendo un cambio más amplio en cómo el gobierno de EE. UU. podría interactuar con las empresas en el comercio. Julia Powles, directora ejecutiva del Instituto de Tecnología, Derecho y Política de UCLA, advierte que esto podría llevar a “otras demandas de quid pro quo” por parte del gobierno, lo que podría presionar a las empresas tecnológicas en temas sensibles como la privacidad y la seguridad, tratándolas como meras entidades transaccionales en lugar de instituciones que operan bajo reglas establecidas. El acuerdo con Nvidia, por lo tanto, no se trata solo de chips; señala una posible remodelación fundamental de la política comercial de EE. UU., difuminando las líneas entre la seguridad nacional, el apalancamiento económico y la generación directa de ingresos gubernamentales.